La Segunda Guerra Mundial fue un conflicto militar global que se desarrolló entre 1939 y 1945. En este se vieron implicadas la mayor parte de las naciones del mundo, de hecho en el momento de la caída del Reich alemán solo ocho Estados del mundo eran oficialmente neutrales (Afganistán, España, Irlanda, Mongolia, Nepal, Portugal, Suecia y Suiza)1, incluidas todas las grandes potencias, agrupadas en dos alianzas militares enfrentadas: los aliados de la Segunda Guerra Mundial y las potencias del eje. Fue la mayor contienda bélica de la historia, con más de cien millones de militares movilizados y un estado de «guerra total» en que los grandes contendientes destinaron toda su capacidad económica, militar y científica al servicio del esfuerzo bélico, borrando la distinción entre recursos civiles y militares. Marcada por hechos de enorme repercusión que incluyeron la muerte masiva de civiles, el Holocausto, los bombardeos intensivos sobre ciudades y el uso, por única vez, de armas nucleares en un conflicto militar, la Segunda Guerra Mundial fue el más mortífero en la historia con un resultado de entre 50 y 70 millones de víctimas, el 2,5% de la población mundial.
La Segunda Guerra Mundial alteró las relaciones políticas y la estructura social del mundo. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) fue creada tras la conflagración para fomentar la cooperación internacional y prevenir futuros conflictos. La Unión Soviética y los Estados Unidos se alzaron como superpotencias rivales, estableciéndose el escenario para la Guerra Fría, que se prolongó por los siguientes 46 años. Al mismo tiempo declinó la influencia de las grandes potencias europeas, materializado en el inicio de la descolonización de Asia y África. La mayoría de los países cuyas industrias habían sido dañadas iniciaron la recuperación económica, mientras que la integración política, especialmente en Europa, emergió como un esfuerzo para establecer las relaciones de posguerra.
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